Belchite
Lo único que provocan las guerras es tristeza, desolación, desaparición, soledad y el adiós a la vida.
Las palabras, son las únicas armas que deberían existir. Paseando por las ruinas del pueblo de Belchite nos damos cuenta de lo que fueron sus edificios, de cómo el devastador ciclón de la guerra por un lado, los daños sufridos, el abandono, las inclemencias del tiempo y el paso de los años, no han dejado que enmudezca y nos siga contando como fiel testigo que fue de un importante y extenso pasado. Las piedras cercenadas soportan los rayos de un sol insoportable en verano y un cielo gris en los helados inviernos. Paredes desechas, tejados inexistentes. Las huellas de las balas se pueden ver en las fachadas, y los agujeros de las bombas en los tejados. “Pueblo viejo de Belchite; ya no te rondan zagales; ya no se oirán las jotas; que cantaban nuestros padres”, reza, y nunca mejor dicho, una pintada en la puerta de la iglesia.
Un yermo y solitario paisaje de casas hundidas en los que los puntales de madera parecen huesos astillados. Sus calles llenas de escombros, patios , casas sin nombre y dueños. Comenta la guía que muchos muertos republicanos fueron quemados ante la imposibilidad de enterrarlos a todos. Una cruz de hierro forjado por los que perdieron recuerda a los caídos del bando de los que ganaron. El pueblo se hizo famoso en España a finales de los 80 gracias a un grupo de periodistas entre los que estaba Iker Jiménez. El equipo del programa grabó las primeras psicofonías de Belchite en las que pueden oírse explosiones y el ruido de los aviones; el pueblo se llenó de parapsicólogos y curiosos. La verdad, es que Belchite encoje el alma. Llena de leyendas… dicen que alguna noche se puede escuchar tañer las campanas que ya no están, llorar a los niños, e incluso lamentos de los soldados agonizantes. Más de 10.000 personas la visitan todos los años.
Un lugar dónde se puede sentir la fuerza de la destrucción, las cicatrices de la guerra, concienciarte de que hay que dialogar, tener sentido común, de que hay que hacer guerras, pero de amor. Nos vamos de Belchite con pena, estremecidas y una sensación de tristeza difícil de controlar.
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.
Miguel Hernandez
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