
Blanco y Negro

¿Qué es lo que hace el trabajo en el laboratorio algo apasionante que crea adicción? ¿Qué oscuro placer se obtiene de avanzar dando algún traspiés por una habitación sin luz, mirar con ojos de miope tenues imágenes en la penumbra de un marginador, mover las manos sobre el papel imitando los rituales mágicos?
Es evidente que debe haber algo. Algo que hace que gente aparentemente sana se encierre por propia voluntad en un cuarto oscuro durante horas.
El secreto tiene que ver con la aventura que caracteriza el trabajo de laboratorio analógico.
Se inicia con una descarga de adrenalina en el momento que por mediación de unos elementos químicos la imagen latente empieza a dibujarse ante nuestros ojos.
El laboratorio analógico es un espacio para la creación, un lugar en el que la fantasía se puede materializar, en el que lo real se vuelve irreal.

Ansel Adams (fotógrafo), consideraba al negativo como la partitura y la copia como la interpretación del músico que alcanza su punto culminante cuando se llega al convencimiento de que se ha conseguido una obra irrepetible.
Hoy en día, la técnica del revelado analógico casi ha desaparecido, pocos somos los que disfrutamos de este gran placer de ver como un trozo de papel, sumergido en un líquido milagroso, poco a poco nos va contando una historia.

















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